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RECONOCIENDO QUE:

  • La Palabra de Dios nos enseña que hay un tiempo en la vida de una persona, cuando no está capacitado aún para elegir entre el bien y el mal (Deut. 1:39) Y no saben desechar lo malo y escoger lo bueno (Isaías 7:15-16)
  • Adán y Eva fueron creados en estado de inocencia y eran buenos (Gén. 1:27, 31)
  • Jesús usó a los niños como modelo de humildad (Mateo 18: 2-4)
  • Jesús también dijo que el reino de los cielos es de los niños (Marcos 10: 14-15)
  • El apóstol Pablo usa a los niños como modelo de pureza (1 Corintios 14:20)
  • El pecado cometido personalmente es lo que separa de Dios a la persona que lo cometió (Isaías 59: 1-2)
  • Dios nos asegura que las consecuencias espirituales que vienen por el pecar, recaerán sobre la persona que cometió el pecado. Él dijo: El alma que pecare, ésa morirá (Ezeq. 18:2-4, 20)
  • Dios juzgará a cada persona de acuerdo a sus propias acciones, y aún por las palabras ociosas que diga (Eclesiastés 12:13-14; Jeremías 17:9-10; Mateo 12:36-37; Romanos 2:6; 14:10-13; 2 Cor. 5:10; Santiago 2:12-13; 4:7; Apoc. 20:12-15)
  • Cristo Jesús pagó el precio que Dios exigía para poder quitar el pecado de Adán (Rom. 5:15- 21; Hebreos 9) Él es el segundo Adán (1 Cor. 15:45-49) que vino del cielo a restaurar lo que el primer Adán había perdido (Mateo 18:11), y nos redimió de la maldición (Gálatas 3:13)
  • Los primeros cristianos ni creían ni enseñaban que los niños recién nacidos venían a este mundo siendo ya pecadores sino que dicha doctrina fue introducida en el siglo V de nuestra era; y por causa de una base doctrinal mal fundamentada se han tenido que fabricar muchos otros errores doctrinales, tratando de justificar el primero...
DECLARAMOS QUE:
Creemos que la Biblia nos enseña que la vida del ser humano comienza al momento de la concepción y no en el nacimiento. Que todos los seres humanos nacen en un estado de inocencia, al igual que sucedió con Adán en el huerto del Edén; y que cuando el hombre, al ejercer su libre albedrío o capacidad para decidir, toma la opción de desobedecer a Dios y se corrompe, sufre la muerte espiritual hasta que se arrepienta y reciba, también voluntariamente, la gracia del perdón y justificación de Dios a través de Cristo Jesús.