Creemos que la Biblia enseña que los hombres y las mujeres fueron creados por Dios y llevan igualmente Su imagen. La intención de Dios era que el hombre y la mujer fueran uno solo y a su imagen; lo que refleja la intimidad y el amor que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. (Génesis 1:27).
El hombre y la mujer cada uno tenía una relación directa con Dios y compartían por igual el tener dominio sobre el orden creado (Génesis 1: 26-28). Sin embargo, esta unión perfecta desapareció cuando Adán y Eva pecaron. La lucha por el poder y el deseo de "gobernar sobre otro, es el resultado del pecado humano.
Leemos Génesis 3:16 como una predicción de los efectos de la entrada del pecado en el mundo, y no como una expresión del orden ideal de Dios.
Sin embargo, por medio de Cristo, Dios ha traído la redención a los seres humanos, hombres y mujeres por igual (Gálatas 3: 26-28); y Él ha abierto un camino, nuevo y vivo, para que la gente sea otra vez uno con Él en una comunidad de creyentes, conocida como La Iglesia del Señor.
El apóstol Pablo exhorta a los cónyuges cristianos que se sometan el uno al otro, y que se amen y respeten mutuamente; para que puedan ser uno.
De esta manera, ellos reflejan el modelo ideal de Dios: la unidad íntima entre los miembros del cuerpo de Cristo, así como la unidad entre la iglesia y Cristo, el cual es su cabeza (Efesios 5: 21-33).
Jesús oró para que la iglesia fuera modelo de la unidad (Juan 17:11, 20-23). Esto significa que todos los que somos hijos de Dios, cada uno somos uno con los demás, y somos "uno en Cristo Jesús".
En su vida en la tierra, Jesús aceptó a las mujeres como discípulos y seguidoras de su ministerio (Lucas 8: 2-3, 10: 38-42). Interactuó con las mujeres de una manera que era drásticamente en contra de la cultura en la que vivía (Juan 4: 9). Nosotros interpretamos su comportamiento como un mensaje de Dios acerca de su aceptación de las mujeres.
Cuando la iglesia fue establecida en Pentecostés, el Espíritu Santo fue derramado sobre las mujeres y hombres por igual, como se había predicho mucho antes de la venida de Cristo (Joel 2:28, Hechos 2:18). En el Nuevo Testamento, tanto las mujeres como los hombres oraron y profetizaron en la iglesia (Hechos 2: 17-18, 1Corintios 11: 4-5, y 1 Pedro 2: 9-10).
Además, el Espíritu otorga dones sobre todos en la comunidad de los creyentes, sin dar un trato preferencial en función del sexo (Hechos 2: 1-21, 1 Corintios 12: 7, 11).
Cada creyente, hombre o mujer, debe ofrecer sus dones para el beneficio del Cuerpo de Cristo (Rom. 12: 4-8, 1 Pedro 4:10-11).
Creemos que la Biblia es la Palabra de Dios y la autoridad única para el estudio de las cuestiones de género y todos los demás asuntos en la iglesia; y vemos que los pocos textos que en ella aparecen para restringir la participación de las mujeres en la iglesia (por ejemplo, 1 Cor. 14:33 y 1Timoteo 2:11-12) fueron escritos en las cartas a iglesias particulares con problemas específicos.
Creemos que estos versos deben interpretarse en relación con la enseñanza más amplia de las Escrituras, comenzando desde Génesis 1-3.
Además, los contextos culturales y de situación en el que fueron escritas y el contexto cultural contemporáneo en el que nos vemos obligados a aplicarlas, también deben tenerse en cuenta. Esto requiere que busquemos, a partir del contexto, el propósito de una instrucción escrita a una iglesia primitiva.
Considerando todo lo anterior, en la Iglesia Nueva Vida creemos:
1. Que la Biblia enseña la plena igualdad de hombres y mujeres en el estado, dones, y oportunidades para el ministerio;
2. Que las mujeres pueden servir en la iglesia en posiciones de liderazgo, predicando a la congregación, formando parte del consejo de Ancianos, dirigiendo servicios, enseñando en las clases de adultos, y liderando en los diferentes ministerios; y
3. Que la iglesia es servida con más efectividad cuando los hombres y las mujeres se unen en el propósito divino de evangelizar y cuidar las almas, cumpliendo así con el mandato del Señor Jesucristo.